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Sexta Edición
20 de junio de 2016
Mi padre me va a comprar una moto. Si lo saco, salgo el viernes. A lo mejor me quedo sin ir al
fútbol. Si subo unas décimas, cursaré la carrera de mis sueños. 8, 10, 6... A simple vista, sólo son
números. Pero unos números muy especiales. Día a día nuestra vida como estudiantes se ve
marcada por estos números. Decepciones, fracasos, alegrías e innumerables sentimientos
provocados por estas peculiares cifras, sobre las cuales
rodeamos nuestra vida. Pero, ¿verdaderamente somos
conscientes de lo que son estos números? ¿Sabemos que es lo
que verdaderamente representan?
Aunque sobre el papel no sean más que números, son los
responsables que marcan nuestras vidas y nuestro futuro.
Determinan diariamente nuestro estado, llegando tener nuestra
mente puesta en ellas hasta tal punto que según las estadísticas
casi la mitad de los alumnos a niveles altos de bachillerato y
universidad sufren depresiones y bajos estados de ánimo por
no alcanzar las calificaciones esperadas.
No somos conscientes, pero una simple cifra es la que marcará qué carrera podremos estudiar en
el futuro, y la reacción de nuestros padres al llegar a casa. Sonará irónico, pero el simple hecho
de que un profesor en una asignatura no te ponga la máxima nota puede derivar en que no
puedas participar en algún evento o en que no puedas cursar la carrera de tus sueños. Pero,
¿quiere decir esto que esta persona no merezca, no valga o no haya currado más que otra para
conseguir sus objetivos?
¿De verdad profundizamos el valor de estos números? La valía de una persona no tiene por qué
ser proporcional a las calificaciones que obtiene (esto no significa que a veces sí lo sea), siendo
desgraciadamente así: unas personas son menospreciadas y otras muchas idolatradas según las
notas que obtienen. Tanta gente importante que vemos diariamente: empresarios, directivos, etc.
¿Alguno se ha preguntado alguna vez por las calificaciones que obtenían de pequeños? ¿Están
estas relacionadas con nuestro éxito? Seguro que no, pero además más de uno se avergonzaría
de decirlas.
OPINIÓN
Esos numeritos...
La ironía del sistema educativo español,
por Domingo Caro